Los satélites naturales son descritos como cuerpos celestes, que como indica su nombre, no son artificiales y orbitan alrededor de otro cuerpo, usualmente de mayor tamaño.
El término hace referencia a todos aquellos que también son conocidos como lunas y circulan en torno a los planetas del sistema solar, aunque pueden hacerlo alrededor de planetas pequeños, o enanos, e inclusive otros cuerpos más diminutos como los asteroides.
En la actualidad, el sistema solar está compuesto por ocho planetas, cinco planetas enanos destacados, asteroides, cometas y unos 146 satélites naturales de planetas. El más conocido es el del planeta Tierra, denominado sencillamente como luna, puesto que es el único que tiene el planeta.
Los planetas terrestres tienen algunos o ningún satélite, y en disparidad, los demás planetas tienen más de un satélite que debido a su descubrimiento fueron nombrados, algunos haciendo referencia a civilizaciones como la romana y la griega.
Los satélites naturales se mantienen en órbita alrededor de un planeta debido a que están en un punto de equilibrio a su alrededor, o sea, estabilizan las fuerzas centrífugas (caracterizadas por alejar un cuerpo del centro de rotación) y la fuerza centrípeta (que mueve hacia el centro).
¿CUALES SON SUS PARTES?
Partes de los satélites naturales
Volcanes
El término volcán procede de nombre Vulcano, dios romano del fuego. Consiste en una especie de conducto que, en el caso de la Tierra, determina la comunicación directa entre la superficie terrestre y los profundos niveles de la corteza.
Los volcanes también son descritos como agujeros que están en montañas; cada cierto tiempo expulsan gases, humo, cenizas y, el elemento al que más se le vincula, lava.
La astronomía ha determinado que los volcanes están presentes en lunas como Ío, uno de los satélites de Júpiter. Ío es considerado el cuerpo del sistema solar con mayor actividad volcánica. A diferencia de los de la Tierra, los volcanes de este satélite expulsan dióxido de azufre.
La energía que se requiere para conservar esa actividad procede de la disolución del calor causado por las incidencias de marea generadas por Europa, Ganímedes (otras lunas) y Júpiter, puesto que los tres satélites producen un caso individual conocido como resonancia de Laplace, que es una resonancia orbital.
Corteza
Al igual que la luna de la Tierra, otros satélites poseen una corteza, en la misma es posible ver los denominados cráteres lunares. En el caso de la Tierra, aunque su satélite no tenga agua se puede ver en su corteza áreas conocidas como mares lunares, así como también espacios que se conocen como tierras lunares.
En la luna de la Tierra, el espesor aproximado de la corteza es de unos 80 kilómetros, pero, puede cambiar en otras áreas de la esfera. Esta corteza posee minerales hechos de oxígeno, magnesio y silicio.
Una de las caras de este satélite siempre se orienta en dirección hacia “el planeta azul”, debido a la sincronización entre el tiempo que tiene para girar en torno al planeta, realizando así el movimiento de traslación, y el tiempo que toma girando sobre ella, que tiene una duración de aproximadamente 29 días.
Llanura
Una llanura es descrita como un terreno sin bajos o altos. Es, por consiguiente, una superficie amplia conocida por su similitud.
Las llanuras están presentes en lunas como Ganímedes, el satélite natural más grande del sistema solar. El rasgo distintivo de esta luna es una llanura oscura conocida como Galileo Regio.
Manto
La palabra manto posee decenas de significados diferentes. Dentro de la geología el manto es descrito como una capa localizada debajo de la corteza. En el caso de la Tierra, el manto posee un grosor de casi tres mil kilómetros (2.885).
En la luna de la Tierra, el manto es separado en un manto sólido de unos 70 a 150 kilómetros y también en otro manto, probablemente sólido, de 160 a unos mil kilómetros. Los dos poseen una conformación máfica, o sea, de magnetita y hierro.
